Así las cosas, llegó a mis manos un libro titulado “S.S. Pio XII y la Acción Católica”, y en la pág. 45, núm. 59, leí, donde dice textualmente, “De este doble aspecto de Su pueblo es deber del párroco formarse una rápida y ágil mirada un cuadro claro y minuciosamente detallado, diríamos topográficamente, calle por calle, es decir, por un lado, de la población fiel y señaladamente de Sus miembros más elegidos, de los que pudiera sacar los elementos para promover la Acción Católica; y por el otro, de los grupos que se han alejado de la práctica de la vida cristiana. También éstas son ovejas pertenecientes a la parroquia, ovejas descarriadas; y también de éstas y aún de ellas particularmente, sois guardianes responsables, dilectísimos hijos; y como buenos pastores no debéis esquivar trabajo ni esfuerzo para buscarlas, para ganarlas nuevo, ni concederos reposo hasta que todas encuentren asilo, vida y alegría en el retorno al redil de Jesucristo”. (Discurso a los párrocos y cuaresmeros de Roma, el 6 de Febrero de 1940).
Este escrito, que he querido transcribir en su integridad, tuvo para mí un efecto inusitado y me llevó a la resolución de que lo más importante para empezar era poder contar, como aconsejaba el Papa, con un «detallado estudio» de la situación dada, conclusión que me llevó a estudiar cada una de las constelaciones de individuos existentes en el mundo, en mi mundo y en la Iglesia que yo conocía y frecuentaba.
Después también me pareció necesario y conveniente observar cada una de las individualidades, por separado; por ejemplo, cómo era el joven soldado, y pensaba: “Obedece delante porque no puede menos, refunfuña y murmura detrás, porque no puede más”, y siguiendo de esta manera, intentar tener una idea de cómo era el joven estudiante, el joven obrero, el joven universitario, el joven oficinista, etc.
Todo ello, como ya he dicho encaminado a conseguir poder tener una idea lo más real posible de la realidad.
De todo esto, el año 1943, nació el “Estudio del Ambiente”, principio y origen de todo lo que vino después.
4.2.- Del “Estudio del Ambiente” al primer Cursillo de la historia
Se trataba de escoger y seleccionar lo que constituye el núcleo esencial de lo cristiano, y, con las fichas seleccionadas de lo que iba leyendo y los libros subrayados, disponer del material reunido y ordenarlo de manera atractiva, dinámica y directa para que penetrara en el corazón de los oyentes. A decir verdad no se me ocurría la manera más eficaz de comunicarlo.
Exponer las ideas, citando la gente en un determinado lugar para que me escuchara con atención e interés, me parecía utópico e impensable.
Yo no pertenecía a la A.C., pero frecuentaba sus reuniones, que nunca me gustaron, lo que me llevó a ser muy crítico con las personas que integraban dichas reuniones.
A pesar de ello, después de asistir al Cursillo que luego diré, me dieron el cargo de Presidente del Consejo Diocesano de los jóvenes.
No obstante sucedió una cosa que me hizo pensar. Mi citado «Estudio del Ambiente» había trascendido a cierto número de personas y, por esta razón, fui invitado por el Rector del Seminario Diocesano, Don José Rosell Santomá, a exponerlo a los seminaristas. Allí fui el día 8 de Diciembre del año 1945. Fue la primera vez que hablé yo en público, y a decir verdad, fue algo que causó cierto impacto en aquel auditorio.
En aquel entonces la rama de los jóvenes de A.C. estaba toda polarizada y entregada en preparar la Peregrinación a Santiago de Compostela. El Presidente Nacional, Manuel Aparici, había lanzado la idea de reunir en Santiago l00.000 jóvenes que vivieran en gracia de Dios. Y los Dirigentes del Consejo Superior, secundando su idea, dedicaban sus vacaciones de Navidad y Pascua para recorrer los Consejos Diocesanos de España, con el fin de entusiasmar a los jóvenes para la gran cita de Compostela. Y lo hacían dando unos cursillos a los que daban el nombre de Cursillos de Adelantados de Peregrinos, buscando candidatos en los centros parroquiales y en los Consejos Diocesanos. En estos cursillos, que duraban una semana, se explicaba: “Juventud de Acción Católica” “Vida Cristiana”, “La Gracia”, “Organización”, “Hispanidad”, etc.
El que era en aquel entonces Presidente Diocesano de los Jóvenes de A.C. de Mallorca me invitó al primero de estos cursillos, pero yo no quise ir, no me hacia ningún plan y puse algunas “razonables” excusas para librarme.
Pero asistí al Segundo, que se realizó en la Semana Santa de 1943. Me gustó el clima de compañerismo que allí se respiraba y el ánimo y el talante alegre con que se exponían las lecciones o conferencias.
Al cursillo de jefes de Peregrinos que vino después, fui de dirigente y me dijeron que añadiera la explicación del rollo “Estudio del Ambiente».
De estos cursillos aprendí mucho y sobre todo descubrí la solución de lo que desde siempre me había preocupado, que era el cómo conseguir explicar las ideas que quería contagiar a los demás para a darlas a conocer con alguna posibilidad de eficacia, y me di cuenta que lo que desde siempre había sido mi preocupación dominante se Solucionaba tratando de reunir a la gente en régimen cerrado y aislado y que ésta era la mejor manera de lograr conseguir lo que yo buscaba.
Allí aprendí que debía reunirse la gente por grupos, hacer periódicos murales, lograr que intervinieran los más posibles.
Todo esto lo descubrí en aquellos cursillos.
Lo que no me gustaba era que duraran una semana, pues pensé que en ese plan se podía conseguir tan sólo un auditorio muy limitado: los estudiantes en Navidad, Pascua y verano o los que estuvieran dispuestos a vivir esta experiencia empleando unos días de sus vacaciones.
Así las cosas, después de mucho rezar y buscar quien rezara, pensar, planear, estructurar, reunir y seleccionar una vez más el material acumulado en fichas, en notas y en libros subrayados, reunimos unos cuantos candidatos y nos atrevimos a planear un «nuevo» cursillo con José Ferragut, que había Sido Presidente Diocesano, con Jaime Riutord y este cristiano que escribe y suscribe este relato, al que Se le designó como Rector.
Éste fue el primer Cursillo y, si bien le llamamos de jefes de Peregrinos, porque no nos hubieran dejado celebrarlo con otro nombre, no se parecía en nada a los que se habían dado en Mallorca con este nombre.
Esto sucedía el año l944. Había que buscar un local apropiado. Para ello acudimos al entonces párroco de Santanyi, Don Pedro Sureda, amigo de todos nosotros, porque nos había dado unos Ejercicios Espirituales. Él nos indicó que había una señora que se llamaba Granells, que tenía un chalet en Cala Figuera y que repetidas veces lo había puesto a la disposición de la Parroquia. Allí iban, con cierta frecuencia, catequistas y seminaristas a pasar unos días de vacaciones. Total que nos solucionó el asunto del local. Faltaba la manera de reunir lo necesario para poder alimentar a aquella gente. El Centro de A.C. de Felanitx y sobre todo su Presidente Francisco Adrover, nos buscó algunos candidatos, nos facilitó un cocinero y hasta un carro para transportar los víveres. Uno trajo un pan, otro una sobrasada, arroz, una gallina, etc. Nos acomodamos como pudimos, durmiendo los dirigentes en el suelo. No había luz eléctrica y teníamos que usar un «Petromax», luz que usan los pescadores para deslumbrar a los peces. Así las cosas, confiando en las oraciones de muchos y la colaboración de unos pocos, nos lanzamos a la aventura de hacer un cursillo por nuestra cuenta. Le dimos el nombre de Cursillo de jefes de Peregrinos, pero en realidad, aunque hablamos de Santiago, porque de Santiago Se tenía que hablar, era un cursillo distinto de los demás. Habíamos pensado una estructura diferente. Lo que nos preocupaba era exponer las ideas que con tanto interés habíamos seleccionado de manera concreta, afilada, afinada y directa. Todo ello con el propósito de contagiar el ideal de Cristo en un ambiente cálido, sincero, agradable y festivo, salpicando los rollos de anécdotas que cuidadosamente habíamos recopilado.