Toda persona nace con una capacidad especifica que es única, propia de sí misma, ese Don de Dios que recibe al nacer y que lo hace capaz de decidir y orientar su vida por el bien o el mal, esa capacidad llamada aptitud, ya que toda persona esta apta para responder ante los retos de la vida desde su propia dimensión.
La otra capacidad llamada actitud, no proviene desde un lugar tan alto, pero es propia a la persona, a cada cual toca desarrollarla y tiene que alimentarla con su deseo y voluntad, de no hacerlo manchará y limitará su aptitud. de allí se desprende que una persona con una actitud negativa limita, opaca el Don que Dios le ha dado, y que la persona con una actitud positiva puede potenciar sus capacidades al tope, crecerá como la semilla que cayó en tierra buena, mientras que la otra se quedará enmarañada entre la zarzas o irá a parar al estómago de cualquier pajarraco.
Entonces ¿Qué hacer?, la respuesta no es de mandos ni normas programadas desde torres de mando, es de ir descubriéndose a sí mismo, descubriendo al Dios que le entregó un sin número de talentos y descubriendo a las personas que le rodean que también tienen lo suyo.
Sin descubrirse a sí mismo es imposible descubrir al Dios cercano que ama y tampoco al prójimo que necesita amor y que también tiene capacidad de amar, aunque a veces ni siquiera lo sepa, algo así como aquel hambriento que no conoce su hambre hasta que le llega un plato de sopa a su mesa.
Estamos aptos para descubrirnos, que no es tarea de un día, sino de siempre, aptos para descubrir al Dios cercano que nos ama y aptos para descubrir al prójimo que espera ser amado.
Dios que nos creó espera que nos conozcamos, que le conozcamos y que seamos capaces de descubrir a los demás que esperan por la gran noticia que «Dios en Cristo nos ama». ¿Estamos listos?
Angel Delgado
Rev. Nov. 13, 2018