A la par de todos los avances tecnológicos que los tiempos modernos nos brindan, gracias a los cuales las distancias se esfuman en cuestión de segundos puesto que podemos comunicarnos de voz e imagen con amigos o familiares que están a miles de millas de nosotros, corremos el gran riesgo de descuidar nuestros entornos más inmediatos, y son estos quienes requieren mas de nuestra atención y respeto.
Son con ellos, quienes a través de la vida compartida, hemos aprendido a reír, a gozar, a llorar, a soñar, a esperar por nuevos y mejores horizontes de vida.
Son ellos quienes en verdad nos conocen a fondo y somos nosotros quienes les conocen.
Esos son nuestros amigos, los verdaderos, los auténticos y no los debemos dejar a un lado.
Juntos podemos hacer que este mundo sea mejor y cada día nos proponemos que así sea, por nuestro bienestar y el de nuestros hijos.
Hay solo un lazo que nos une, y es tan fuerte y tan profundo que nada ni nadie puede romperlo; La amistad.
Es en este don en que la humanidad debe basar todos sus anhelos y proyectos para salir adelante en un mundo que cada día se convulsiona más y nos va llevando a estados muy lamentables.
Solo el amigo, el de verdad, sabe y puede corregir el rumbo equivoco que has tomado y es también, por el otro lado de la moneda, el que te alienta e impulsa a salir adelante cuando tus obras florecen amorosamente.
Bendito por siempre quien haya tomado este valor como medio perfecto para unir a la humanidad, una humanidad que cada vez es más inhumana, más apegada al personalismo, más despegada de la compasión que un cristiano debe sentir por sus semejantes que sufren.
Hoy día el egocentrismo, va distorsionando la visión del hombre y la mujer de este siglo.
La sociedad te va empujando a ser egoísta en toda la extensión de la palabra, y esto incluye lo material, lo político, lo social y porque no decirlo también lo religioso.
La egolatría va distorsionando la coexistencia sana y normal que todos los hombres y mujeres debemos observar para una convivencia socialmente respetable.
Nuestro entorno está casi siempre lleno de personas que solo se preocupan de su imagen, de su personalidad (muchas veces que cae en el personaje) que se desviven en auto halagos y que cierran los ojos a los dones y cualidades que los demás poseen de forma natural.
“Un egoísta es aquel que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te mueres de ganas de hablarle de ti” (Jean Cocteau)
Es por eso que, cuando alguien se ha fijado en la amistad como cauce natural, como medio, como solución viable a la problemática del hombre, ha dado simplemente en la diana y este simple hecho merece todo nuestra admiración y nuestro respeto.
La amistad nos hace nobles, nos hace fuertes y nos da la certeza de andar el camino en compañía, por más difícil que este sea.
Solo el amigo es quien alienta a seguir adelante, el ir mas allá se hace realidad indiscutible.
Y si está bendita realidad, el amigo la pone a disposición de toda la humanidad, la tarea de salvación ha empezado entonces.
Es amigo de verdad quien te ofrezca la mano para salir de toda obscuridad de tu propio calabozo.
Es amigo de verdad aquel que tenga la franqueza de cantarte verdades a la cara y no bajar la mirada cuando lo esté haciendo.
Es amigo de verdad quien ofrezca lo mejor que tiene por tu salvación, la vida misma si esto es preciso.
Yo estoy sumamente orgulloso de tener dos amigos de capital importancia en mi vida.
Uno que siempre ha estado conmigo, en las buenas y en las malas y otro que me hizo comprender y valorar la existencia del primero y que hizo todo lo posible para que este reencuentro sea posible.
Yo tengo un amigo que ofreció su vida por la mía y estoy profundamente agradecido por su acción.
Yo también tengo un amigo, aunque el trato físico haya sido escaso en el marco temporal, que me señalo el camino correcto a través de su creación, fruto de inspiración divina para la salvación de muchos como yo.
Además de estos dos amigos, yo también tengo muchos amigos que a la vez son amigos de mis amigos y todos juntos somos amigos de un hermano mayor que con mirada paternal va guiando nuestros pasos para conseguir más amigos y llevarlos ante él.
En la verdadera amistad no hay posturas, no hay desplantes de superioridad, no hay normas o huecos insulsos.
La verdadera amistad se va ganando a pulso y esta tarea debe comenzar desde el propio interior, puesto que si no hay base sólida, todo lo que podamos construir o proyectar hacia fuera es débil y está sujeta a una catástrofe.
Sinceridad es el campo donde la amistad florece.
Ser sinceros hoy día parece una virtud en desuso puesto que pesa más la adulación que la fraterna corrección.
Sinceridad es lo que hoy me hace pensar que en pleno siglo de avances de conocimiento puedan existir personas que reniegan de sus propios orígenes.
Personas que por quedar bien ante ojos ajenos callan verdades tan ciertas que la historia avala.
¿Cómo es posible que demos la espalda a nuestras propias raíces?
Que, entre los que nos auto proclamamos cristianos y que militamos en un grupo seglar, neguemos nuestra propia historia que nació acuartelada por el peso de la ley o por el desconocimiento de una doctrina basada en amor no en superioridad.
¿Cómo es posible negar la sencillez y la humildad de unos orígenes que no huelen a incienso de claustro?
Creo, si, lo afirmo, creo en la amistad brindada por el amigo que recuerda mi nombre a pesar de mucho tiempo transcurrido desde aquel primer encuentro.
Creo en la sencillez de su trato, porque está lleno de calor y de respeto.
Creo en que algún día su idea germine plenamente tal y como le fue inspirada para beneficio de la humanidad entera.
Creo en su santidad, santidad no de altar de templo, sino de altar en el corazón de cada uno quienes hemos descubierto nuestra verdad a través de su verdad.
Hoy, más que nunca, amigo, estas presente en mi vida, en todo mi ser.
Hoy más que nunca te he de prometer ser fiel guardián de tu legado, sin pretender ser protagonista, tan solo transmisor de tu ideología y de tu espíritu de comunidad cristiana.
Tu presencia espiritual es más fuerte que tu presencia física, puesto que estoy seguro que desde donde te encuentres, aunque sé muy bien donde estas, me bendices de tal e igual manera que tu legado fue bendecido a dos manos.
Sé que hoy tu cuerpo frágil y diminuto descansa, pero sé también que hoy más que nunca tu espíritu trabaja por mí y por todos mis hermanos, especialmente aquellos que están a las orillas, esperando alguna onda expansiva de la verdad más verdadera y sé bien que tu esperas que sea yo el portador de esa gran noticia.
Hoy mientras más estudio tu legado, mientras mejor asimilo tu pensamiento, estas más presente, estas más vivo en mi corazón y en mi pensamiento.
Tu presencia es única, siempre vigente, aunque muchos quieran acallar esta gran verdad.
Sigues vivo en cada domingo que abre un ciclo de renovada esperanza.
Sigues vivo en cada uno de nosotros que queremos ser fieles a tu ilusión, que no es más que un legado de amor y de esperanza basado en la amistad fraterna y sincera.
Sigues vivo en el emocionado temblor de voz que causa profesar en público que contamos con la Gracia divina para propagar el amor.
Pido y suplico que al estar ya en la cresta de la ola, reunido con tantos y tantos hermanos, amigos, que forman tu reunión de grupo de amistad celestial, permitas que cada día exista una persona que abra los ojos a la realidad innegable de la santidad de su misión seglar.
Una última suplica, mi hermano, mi amigo, bendíceme y oriéntame en mi propia tarea de esclarecer la verdad, tu verdad.
Y en la hora ultima, poder marcharme con la satisfacción de haber dado lo mejor de mí mismo en defensa de tus postulados que no son otros más que los de nuestro hermano y amigo mayor
Poder marcharme también con la ilusión de vernos de nuevo y darte un fuerte abrazo que selle mi agradecimiento por señalarme el camino correcto que deja atrás mi vida tan llena de obscuridad.
Hasta siempre amigo.
Amen
José A. Sánchez
MMVIIII