Los Cursillos de Cristiandad no fueron pensados, estructurados y rezados para evangelizar el mundo, sino el hombre.
El Movimiento de Cursillos de Cristiandad no nació como una respuesta de la Iglesia al mundo, sino como una manera de comunicar al hombre que Dios le ama.
No conocemos ninguna adaptación que haya respondido a la intención de hacer más clara más precisa, más simple, más eficaz y más inteligible su finalidad.
Para captar lo que el Movimiento de Cursillos persigue, y si no se le distorsiona, por la gracia de Dios va consiguiendo, es preciso partir de las siguientes realidades básicas:
El hombre no cambia, desde la creación el hombre es sustancialmente el mismo, huye de sus miedos y va hacia sus aspiraciones. La conciencia perenne de esta alternativa es lo que le hace sustancialmente hombre, la facultad de poder pasar de individuo a persona, y de sentirse frustrado cuando se opone o se desvía de su trayectoria personal, la que le señala y orienta hacia su concreta y específica plenitud, que es sentirse amado y poder amar.
Los desafíos que el mundo presenta al hombre de hoy, tienen la misma raíz de siempre, la ausencia de Dios en la inteligencia y en el corazón de los hombres.
Por eso la solución es siempre la misma. La solución de Cristo y de su Gracia que es lo único que puede dar sentido a su vivir.
El Movimiento de Cursillos cuando no se aparta de su «carisma fundacional», intenta conectar unos cristianos que se esfuerzan por vivir su fe evangélica en espíritu y verdad, con otros hombres que viven una vida sin el Cristo vivo que la vivifique, y que vueltos hacia fuera por las exigencias de la vida, no tienen tiempo de preocuparse ni de ocuparse de si mismos ni de los demás.
El Movimiento de Cursillos cuando NO se desvirtúa, es un espacio y un instrumento para que los hombres se encuentren consigo mismos, se den cuenta que existen, y de que existen también los demás, y se acerquen a ellos con ilusión, y mutuamente se comuniquen, se
escuchen, dialoguen, se conozcan, se comprendan, se valoren, se respeten, y vayan aprendiendo a amarse; al mismo tiempo que el Cursillo va logrando esto de manera normal y natural, les ofrece también los medios concretos para que el encuentro se vaya transformando en amistad.
Esto es lo que el Movimiento de Cursillos puede ofrecer al hombre de hoy y que por ello descubra que su vida tiene sentido.
El nudo de la cuestión está en que entendamos de una vez por todas, que nos demos cuenta, no los demás, sino nosotros, que por más que el mundo cambie, el hombre siempre es el mismo y siempre será la misma solución.
Lo único que podemos contagiar es la fe que tenemos de que Cristo nos ama. Si no la tenemos, no podemos fermentar nada, ni actitudes, ni ambientes, ni estructuras, en lugar de fermentar, fomentaremos, como casi siempre y seguiremos criticando indefinidamente a los
que llamamos malos, inventariando sus maldades, y lamentándonos de cómo está el mundo.
Eduardo Bonnín