Alguien ha dicho que la Historia es una gran maestra y otros han dicho que es una fe de erratas. Sinceramente creo que para reflexionar sobre lo sucedido con el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, nos podemos aprovechar de las dos cosas: de la experiencia de lo vivido y de que lo vivido nos sirva para ir tratando de enderezar y corregir lo que se hizo mal, o lo que a la distancia de lo ocurrido entonces, se comprueba que podría haberse hecho mejor. Con ello se puede ir logrando que el instrumento de los Cursillos de Cristiandad se vaya perfilando en su realidad, y afilando y afinando en su acertado empleo en orden a su específica finalidad, para disponerlo mejor de cada día y que así pueda ir cumpliendo con más eficacia su objetivo.
Hechos históricos – Lo que hoy llamamos Cursillos de Cristiandad, fueron concebidos por un grupo de seglares, y la idea, su finalidad, su estructura y la disposición de los rollos fue seglar y sólo seglar, ahora bien, cuando estos fueron presentados a la Jerarquía, le entregamos todos los rollos, notas y apuntes. Entonces, accediendo a nuestra petición, y porque entendíamos que necesitábamos sentirnos más Iglesia, pedimos que se nombrara, como así se hizo, unos sacerdotes, los cuales dicho sea en honor a su gran comprensión y a la libertad con que nos dejaron actuar, pudo conseguirse que el Movimiento de Cursillos tuviera una «infancia» feliz y sin mayores preocupaciones que las normales de un movimiento nuevo que rompía y sigue rompiendo muchos esquemas.
Después de estos sacerdotes primeros, vinieron otros, y sin duda ninguna con la mejor voluntad y con la intención y el deseo de ser más fieles a la Iglesia, enderezaron un tanto los Cursillos hacia su eclesial visión de aquel tiempo, interesándose más porque los Cursillistas les ayudaran a vitalizar y animar a sus organizaciones preferidas ya existentes, que a pertrechar y disponer a los Cursillistas para que pudieran dar testimonio y razón de su fe, en el mismísimo ambiente en que la vida les había plantado.
Estos mismos sacerdotes elaboraron una definición del Movimiento de Cursillos, que nunca nos pareció bien a los iniciadores.
La definición en cuestión, es la siguiente:
«Los Cursillos de Cristiandad son un Movimiento de Iglesia que, mediante un método propio, posibilitan la vivencia de lo fundamental cristiano en orden a crear núcleos de cristianos que vayan fermentando evangélicamente los ambientes ayudándoles a descubrir su vocación personal y los compromisos que se derivan por el hecho de estar bautizados» Esta definición que se dio por buena en la primera y en la segunda edición de las «Ideas Fundamentales» contra la voluntad expresa y expresada por los iniciadores, traduce un clima a todas luces contrario al espíritu y al talante del Vaticano II.
Posibilitar es facilitar, simplificar, allanar, no complicar innecesariamente las cosas. Los núcleos no se crean, están ya creados, existen, lo que hay que hacer es descubrirlos, localizarlos. La vocación personal la va descubriendo cada uno. Una intervención no solicitada, en esta materia, molesta a los que tienen personalidad. Cuando se ha comprendido lo que es y significa el bautismo, se maravilla uno de la dignidad consustancial al hecho de haber recibido el bautismo y no precisa que nadie le descubra paternalmente los compromisos que de él se derivan.
Por eso cuando se habla de renovación, de puesta al día, creo que los Cursillos han de empezar por renovar su definición. Por mi parte si ello fuera posible, también renovaría el nombre. Lo de Cristiandad, tiene connotaciones que dan a entender que lo que se quiere es un retorno a lo que fue el «cristianismo oficial» aceptado sin más por todos, mientras no se demostrara lo contrario.
Evidentemente la palabra «cristianía» expresa mucho mejor y da a entender con más claridad de lo que se trata. Cristianía es algo personal: de alegre, alegría, nos ha alegrado especialmente verla entrar por la puerta grande de la Teología de la pluma de uno de los teólogos de tan ganado prestigio y sólida formación, como Olegario González de Cardedal en su libro «La Entraña del Cristianismo», (Pag. 31) , publicado por «Secretariado Trinitario» – F. Villalobos 80, – 37007 – Salamanca –
Diríase que el cristiano hoy, está llamado a circular por la vida con un bagaje de convicción personal, de personal cristianía que se traduzca en su vivir cotidiano teniendo y empleando un criterio cristiano para tratar de ir aplicándolo en todos los avatares de su vivir, con el fin de poderse dar a él mismo razón de su fe y poderla dar también a los de su entorno.
El darse él mismo razón de su fe, no quiere significar en manera alguna que tiene que gozar de una autonomía salvaje, sino solamente de la precisa y suficiente, para poder obrar con la santa libertad de los hijos de Dios en su circunstancia concreta, sin la «beatífica» actitud que produce el saberse cumplidor de una norma al pié de la letra, sino con la santa inquietud consustancial al hecho de emplear con nobleza el criterio oportuno, y hasta sintiendo tal vez en lo hondo de sí mismo cierto comprensible temblor agradecido por intentar y conseguir ser fiel al espíritu.
La definición para que responda más a la propia identidad del Movimiento y al mismo tiempo resulte veraz, interesante y atractiva a las personas de hoy, entendemos debería formularse así:
«El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario».
Cuando se habla de renovar a ultranza los Cursillos, normalmente se ignora que su esencia, su núcleo más vivo, no tiene una dimensión visible en el espacio, porque se mueve al nivel intimo y profundo, donde la impresión es tan evidente para uno mismo, que la interpretación ajena nunca puede expresarla con exactitud.
La tentación de «estar al día», querer cambiar «lo de antes» por «lo de ahora», olvidando que la fidelidad al Movimiento de Cursillos, precisamente por su gran simplicidad, consiste en que, desde la perspectiva de hoy, se vaya quitando lo que era «de antes» para que quede más escueto y vigente «lo de siempre».
La actitud del hombre o de la mujer ante lo personal vital, que es el área de influencia del Cursillo en la persona, es siempre la misma en todas las latitudes, lugares y culturas. La actitud no ocupa tiempo ni espacio. Es una postura ante el hecho de vivir.
El Cursillo no tiene que salirse nunca del área del «qué», porque está pensado para que todos los que sean capaces de comprenderlo, vayan descubriendo que desde el eje de su vida en gracia, y empezando por los más cercanos, – (aquí, ahora, desde ya y desde yo) – vayan intentando transparentar lo que significa para él que ha vivido un Cursillo, sentirse amado por Dios en su existir normal, natural y humano, lo que le va dinamizando y dando un nuevo sentido a la perspectiva de su cotidiano vivir.
El recién salido de un Cursillo tiene que tener una pista adecuada para que después de los tres días se le pueda ir esclareciendo su convicción, se sienta animado en su decisión y afirmado gracias a su constancia.
Sabemos que cada quién es libre para seguir o no seguir la opción que se le ofrece después de los tres días, pero sabemos también que si lo que se le ofrece después del Cursillo tiene el mismo espíritu y el mismo talante que él conoció, vivió y le gustó, lo más probable es que también le guste.
Lo que se le propone es que ponga los medios para ser y sentirse persona en el mundo, en su mundo, en el que vive, en el que Dios lo plantó, en el que crece y se desarrolla.
Si bien no perdamos de vista que no es lo mismo mantenerse fiel a lo aprendido durante tres días, que hacerlo plan constante y cotidiano de su vivir, pero lo que importa es que lo que se le ofrezca sea para él veraz, atractivo, útil y alegre como lo fue el Cursillo, si aportó lo que se le pidió el primer día del mismo.
Si el enfoque que se da en el Cursillo y sobre todo en el post-cursillo es el servicio que los Cursillistas han de prestar a la Iglesia institución, aumentando las «personas de iglesia», que ya existen gracias a Dios en todas las parroquias, no resulta de los Cursillos ningún avance, ni ninguna novedad, ya que este ha sido siempre el rutinario cauce que se ha venido dando a la inquietud cristiana, y todo ello nos parece muy bien pero estamos convencidos que no es suficiente.
Evidentemente lo más novedoso del Cursillo y su mejor fruto es el entusiasmo que causa descubrir y comprobar a través de los tres días del Cursillo, y después de él, que existe un grupo vivo de cristianos amigos, que tratan de estar enraizados con el Evangelio en espíritu y en verdad, que procuran hacerlo vida, en su vida misma primero, y que desde el mismo lugar que ocupan, intentan integrar lo cristiano con naturalidad en su normalidad, de tal manera que les resulta gratificante, atractivo y alegre para ellos y para los de su entorno.
Eduardo Bonnín