EL MUNDO
El jefe de industria esta metido en un tinglado apasionante. En lo humano, sus apetencias deberían estar satisfechas. Ocupa un puesto importante en la sociedad, es un hombre útil, realiza un trabajo interesante, absorbente. Se diría que, saciado y ahíto entre teléfonos, entrevistas, balances, pedidos y todo el tinglado, tiene cubiertas todas sus necesidades vitales de interés, de curiosidad, de vigor, de vida. Y lo mismo digamos del catedrático, sumergido en su mundo intelectual, fascinante, capaz de llenar las exigencias del espíritu más inquieto. Y el obrero, con sus problemas, con sus reivindicaciones. Cualquier hombre de hoy está liado en la tupida red de las modernas estructuras, en la ciudad como en el campo. Son estructuras que gustan, que ocupan, que absorben. Y el Papa pregunta si en estos hombres tiene todavía entrada el evangelio. El evangelio a secas. Genuino. Sin añadirle nada humanamente entusuiasmador. Y Pablo VI asegura:
«La respuesta, felizmente afirmativa, la encontramos en vosotros».
Los conductores y guías de otras épocas estaban configurados por ideales cristianos. Estos ideales hicieron santos ayer, santos de todas las clases, santos en todos los estamentos sociales. Estos ideales cristianos engendraron varones perfectos, maestros del vivir, artífices del progreso en tiempos pasados. Y el Papa pregunta si esos mismos ideales validos en otros tiempos son validos en la edad de los viajes a Marte, el pluriempleo, de la zona azul, de la minifalda, del turismo. Y dice el Papa:
«La respuesta, felizmente afirmativa, la encontramos en vosotros».
En nosotros, los cursillistas. Ni más ni menos. Así nos lo dijo. Y añadió:
«Al veros, el alma se abre a la esperanza.
La religión, con sus valores, si es presentada rectamente, conserva todavía su poder de atracción, su interés en los hombres, en los jóvenes… con puesto en las profesiones, con influjo en la vida.»
Que te conforten y animen estas palabras del Vicario de Cristo a todos los cursillistas del mundo.
Y dicho sea de paso, si esto son cuatro banalidades sin importancia, si esto es un enjuague para cumplir y quedar bien, que venga Salomón y que juzgue.
La figura de Cristo. El evangelio. Los ideales cristianos. Esas son tus armas. Eficaces hoy según el Sucesor de Pedro. Con ellas debes ir a curar al mundo. ¿A todo entero? Pues no lo sé. Pero a tú pequeño mundo, sí.
Nos dijo también que Cristo, la Iglesia y él contaban con nosotros. Conmigo. Y contigo.
No podemos defraudar a Cristo. No podemos decepcionar a nuestra Madre Iglesia. No podemos salirle rana a nuestro hermano Pablo. Confían en nosotros para fermento. Para levadura. Y confían porque nos ven sanos.
Adelante, hermano. No te rajes.
Fragmento del libro Cristianos en Rodaje