Hacía un día espléndido, de modo que Miguel y Jaime decidieron hablar mientras daban un largo paseo. Apenas habían empezado a caminar cuando Miguel dijo a Jaime:
– Me gustaría, Jaime, que me contaras como empezaron los Cursillos de Cristiandad. Tengo curiosidad por saber como surgió la primara idea y, a grandes rasgos, cómo se desarrolló después.
– Comprendo tu curiosidad. Yo no fui testigo de los primeros momentos, pero sí de los que inmediatamente les siguieron, de modo que tengo la suerte de haber conocido a sus protagonistas.
– ¿Cómo fue que empezó todo?
– Verás, Miguel – siguió diciendo Jaime,- creo que, como ha sucedido en otras ocasiones, concurrieron en un mismo momento unas determinadas circunstancias históricas y un hombre que tuvo la feliz intuición de ver en ellas unas posibilidades que otros no fueron capaces de ver.
– Supongo que este hombre a que te refieres es Eduardo.
– Exactamente. Casi todos los descubrimientos han tenido un origen parecido: muchos han visto lo mismo, pero sólo uno ha sabido aprovechar la ocasión. Tanto es así que me gusta contar esta historia como el encuentro de un devenir histórico y un hombre. Esta circunstancia histórica que acontece al principio de los Cursillos es la «Peregrinación Nacional de Jóvenes a Santiago de Compostela». A partir de ahora seguiré el libro «Historia y Memoria de Cursillos» del que fue autor mi amigo Francisco Forteza, que fue un extraordinario cursillista que murió siendo joven todavía. Lo haré sin mencionar en cada caso el origen de las citas porque me parece que en nuestra conversación esto está fuera de lugar. Veamos pues lo que nos dice «Xisco», como le llamábamos nosotros.
«Ya durante la etapa republicana de España, la juventud de Acción Católica preparó una peregrinación nacional a Santiago de Compostela, que quería ser sin duda una demostración, frente a las organizaciones de masas laicizantes y anticlericales dominantes en este periodo de nuestra historia, de que la Iglesia también tenia capacidad de movilizar masas juveniles masculinas. Por inseguridad pública, primero, y por el estallido militar después, la peregrinación fue repetidamente aplazada.
Lo cierto es que el objetivo cuasi político, que sin duda tenía la Peregrinación Nacional a Santiago, se convirtió en algo más trascendental gracias a la singularidad personal y a la profunda fe de Manolo Aparici (que fue el Presidente Nacional de la Juventud de AC., y después sacerdote y consiliario de la misma)
Aparici y sus más directos colaboradores diseñaron unos cursillos que primero llamaron «de Jefes de Peregrinos» y después de «Adelantados de Peregrinos», que pretendían reorientar la peregrinación hacia un contenido real de fe, con el objetivo de conseguir «100.000 jóvenes a Santiago, en Gracia». Junto a esta labor, desde la revista «Signo»- órgano del Consejo Nacional de los Jóvenes de Acción Católica de España-se completaba la estrategia preparatoria de la peregrinación, que exigía de los líderes diocesanos «de provincias» un profundo cambio de mentalidad y de método.»
Hasta aquí, Miguel, he seguido casi literalmente lo que nos dice Xisco en su libro para describir el ambiente que se respiraba en aquel momento. Yo no pude ir a la peregrinación por razones familiares, pero viví intensamente este clima de preparación, y te puedo asegurar que las razones políticas, si en algún momento las hubo, fueron olvidadas y superadas por motivaciones de una fe entusiasta que todo lo invadía.
Estas eran las circunstancias en un momento determinado. Ahora nos falta el otro elemento, el hombre capaz de aprovecharlas para llevar a cabo un proyecto personal y singular: Eduardo.